Por: Alicia Dorantes
¿Qué tiene Don Quijote, el caballero de la triste figura, que a más de cuatro¬cientos años de su natalicio continúa vivo? En cierta ocasión a la pregunta que le hicieron estando en la hostería, a cerca de qué quién era, contestó con la cabeza en alto: “Don Quijote soy, y mi profe¬sión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil ¿Es eso, de tonto y mentecato?”
En 1973 Don Quijote, Rosinante, su escuálido jamelgo y su inseparable escudero: Sancho Panza, cabalgaron de nuevo… recorrieron una vez más los vastos terrenos de La Mancha, ahora trasladados a México y Mario Moreno, mejor conocido como Cantinflas, carac¬terizó a tan singular caballero. Ahora, “El Estudiante”, ópera prima de Roberto Girault –RG-, se inspira una vez más en la filosofía del clásico de Miguel de Cervantes Saavedra, creando una historia romántica que aborda temas como la amistad, la lucha por alcanzar ideales y sueños, la solidaridad y, por supuesto… el amor.
En nuestros días convulsos y enfer¬mizos, delirantes de violencia, conocer en “El Estudiante” a Luciano, un hombre de 70 años que, gracias a su juvenil espí¬ritu inquieto y gran pasión por las letras, decide inscribirse en la carrera de Lite¬ratura en la Universidad de Guanajuato, nos permite ingresar a un remanso de paz, cada día más y más escasos en el mundo. Con su sencillez y bonhomía, Luciano, Chano para sus amigos, Jorge Lavat para el mundo del cine, logra salvar la barrera generacional y hace nuevos amigos, a quienes no sólo guía y ayuda a enfrentar sus problemas, sino que les proporciona un mejor regalo mostrándoles que existe una vida rica en valores morales, en sentimientos, que ningún dinero, llámense yens, dólares o euros, en ninguna parte del mundo, pueden comprar y que actualmente, en nuestra ansia tener, más que de ser, hemos olvidado.
En una de las muchas entrevistas que le han hecho a RG acerca por qué la idea de llevar a cabo el filme, contestó: “El proyecto surgió de la idea de mi socio, co-escritor y productor de la película, Gastón Pablovic, quien se inspira, como bien lo dijeron, en el Quijote; sólo que él, lo que quería era pensar en cómo sería un Quijote hoy en día, en la época moderna y en México. Un personaje que lucha por ideales, por utopías, deseado transmitirlo a los demás.
Del surgimiento de la idea, a la consu¬mación del proyecto, les llevó algo así como cinco años. Recuerda RG que para esas fechas recién fundaban la empresa cinematográfica Halo Estudio”. “Un día –comenta-, Gastón se acercó y me enseñó el argumento. De una primera vista “no le vi ni pies ni cabeza”, pero después, conforme fuimos platicando y analizándolo más, el entusiasmo de Gastón logró contagiarme y comen¬zamos a trabajar. Platicamos mucho con gente mayor, con gente dueña de ese espíritu quijotesco, para que nos inspiraran y nos guiaran para hacer este proyecto. Cinco años después, en el 2008 prácticamente, comenzamos la prepro¬ducción de la película”. La producción fílmica, contó con el apoyo de Fidecine y de algunos patrocinadores, quienes lograron que la inversión total fuera de 15 millones de pesos... menos de lo que gana una estrella holiwoodense, por un solo “papel estelar”. En el XXV Festival de Cine Latino de Chicago, la película se presentó en dos ocasiones, ambas con “sala llena”; en la segunda función incluso, la sala fue insuficiente.
Continúa Roberto Girault, quien dicho sea de paso, estudió cine en Canadá: “La verdad es que es una película que llega al corazón; sales de ella con ganas de decir: “sí se puede, vamos para adelante”. La cinta muestra al México clásico, el tradicional; un México bello, un México que todavía existe y que desafortunadamente cada vez se muestra menos en el cine de hoy, incluido el mexicano.
A los productores les resultó un expe¬rimento afortunado mezclar rostros de los nuevos valores del cine, con actores experimentados como Jorge Lavat –Chema-, Norma Lazareno –Alicia- y José Carlos Ruiz, “el cuidador de la literatura y de los sueños”, quienes a través de lazos invisibles y fantasías realizables, unen los ideales de dos generaciones gracias a la magia imperecedera de Cervantes y a la bella ciudad de Guanajuato con sus retorcidas calles empedradas y edificios coloniales, fundidos en el esce¬nario del film.
Si puedo darles un consejo, me atrevo a decirles: vean la película: es humana, romántica, propositiva. Hay quien compara su estilo al de Cinema Paradiso 1988-, “cuando los besos se cortaban del celuloide”, o a Il postino -1994- en donde Mario, el humilde cartero, le refuta al gran Pablo Neruda: “La poesía no es de quien la hace, sino de quien la nece¬sita” o Les choristes, en español: Los chicos del coro o Los coristas, filmada Francia en 2004, película que muestra el dolor de la separación de padres e hijos, durante la terrible segunda guerra mundial y la importancia que tiene la música como paliativo, como sanación de ese dolor.
El Estudiante, si bien tiene sabor a nostalgia, es sin duda alguna una nueva propuesta cinematográfica, que logra hacernos olvidar por casi dos horas los problemas de hoy día: los frentes de batalla, la crisis mundial, la inminente alza de impuestos, el decremento de nuestro poder adquisitivo, la corrupción de tantos funcionarios, la marginación de nuestros indígenas, el hambre, las 40,000 muertes infantiles que a diario ocurren en el orbe… y la vergonzosa violencia intra y extra familiar…