POR: ALICIA DORANTES
Lamentablemente, no ha llegado hasta nosotros evidencia física de ninguno de los libros prehispánicos aunque se sabe que existieron. Subsisten en cambio, gran cantidad de textos y mensajes en piedra labrada y cerámica...
Autor desconocido
Autor desconocido
Querida Aimara: Te escribo estas líneas para cuando sepas leer, puedas valorar la grandeza de tu México prehispánico; la grandeza del pueblo totonaca. De dos de sus numerosas creaciones en piedra se ignora el significado exacto: unos son los yugos, otros, las palmas. Le he pedido a uno de los yugos, que te cuente algo acerca de su origen y el de sus hermanos: esto comentó:
“Nadie sabe quiénes somos, ni para que fuimos creados. Mis hermanos y yo, nacimos al filo de nuestra era y en la cuarta centuria sin saber por qué, nos olvidaron. Habitamos una casa enorme y bella, con paredes de selva y techo de cielo que rodeaba, abrazaba, al Golfo de México, desde la Huasteca hasta Guatemala, Honduras y El Salvador.
Nos hicieron de piedra, de piedra compacta de tonos verduzcos, a la que hoy llaman jadeíta, es por ello que muchos estudiosos piensan que nuestro existir esta relacionado con el de la madre naturaleza.
Unos, cargamos sobre las corvas espaldas, al viejo sapo de ojos saltones, ese sapo gordo de lengua sedienta, cuyo canto ronco invoca la lluvia. Otros somos sapos, pues fuimos tragados por el hambre infinita de ese batracio. A otros más, nos labraron en piedras negruzcas, o nos hicieron lisos, sin adornos, sin glifos, ni numerales.
Fuimos ornamentos. Piezas funerarias, nos sepultaron, nos exhumaron. Vivimos en encumbrados altares, desde donde presenciamos crueles sacrificios.
Fuimos lágrimas… trajimos la lluvia a la tierra, a la siembra, al surco y ahí despertamos al maíz adormilado. Engendramos vida, engendramos milpa, la carne del hombre. Fuimos vida. Somos muerte.”
“Nadie sabe quiénes somos, ni para que fuimos creados. Mis hermanos y yo, nacimos al filo de nuestra era y en la cuarta centuria sin saber por qué, nos olvidaron. Habitamos una casa enorme y bella, con paredes de selva y techo de cielo que rodeaba, abrazaba, al Golfo de México, desde la Huasteca hasta Guatemala, Honduras y El Salvador.
Nos hicieron de piedra, de piedra compacta de tonos verduzcos, a la que hoy llaman jadeíta, es por ello que muchos estudiosos piensan que nuestro existir esta relacionado con el de la madre naturaleza.
Unos, cargamos sobre las corvas espaldas, al viejo sapo de ojos saltones, ese sapo gordo de lengua sedienta, cuyo canto ronco invoca la lluvia. Otros somos sapos, pues fuimos tragados por el hambre infinita de ese batracio. A otros más, nos labraron en piedras negruzcas, o nos hicieron lisos, sin adornos, sin glifos, ni numerales.
Fuimos ornamentos. Piezas funerarias, nos sepultaron, nos exhumaron. Vivimos en encumbrados altares, desde donde presenciamos crueles sacrificios.
Fuimos lágrimas… trajimos la lluvia a la tierra, a la siembra, al surco y ahí despertamos al maíz adormilado. Engendramos vida, engendramos milpa, la carne del hombre. Fuimos vida. Somos muerte.”
Te quiere tu abuela: Alicia.
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