lunes, 19 de abril de 2010

SILENCIOSO

Carolina Valerio Mateos
Ahí está parado, entre un día lluvioso, con los pantalones rotos, ladrillo tras ladrillo, sus manos son ásperas dolientes, sucio, cansado, conforme, cada vez que lo miro desde el rincón donde me encuentro, desde mi ventana larga y sucia, lo contemplo entre las ramas de los árboles que en las afueras se nota, los días pasan y pasan y no acaban, que la barda, que la losa, que los muros, que los castillos.
Ahora toca la pintura, colores vistosos, morados y rosados, lilas maravillosos, casi está por terminar, se ve bien desde lejos, parece que está quedando confortable la casa, yo diría algo majestuosa.

 
Pero ahí está siempre trabajando, siempre puntual, semana tras semana, ya lleva varios meses, sus pantalones han dejado de tener color, se nota de lejos el cemento pegado, los colores encima, la tierra, la mezcla, que si las antenas no están bien colocadas, que suba al techo, que la loza hay que impermeabilizarla, que si ya no me gusto ese color, el cumple todos los trabajos caprichosos y deseables, siempre silencioso, activo, parece alegre.
Siempre silbando, pintando, cantando, se ve ya todo bonito , desde aquí, algo paso, me desconcierta, todos corren, gritos, llega la ambulancia, no veo más, esta ventana sucia que no me deja ver, los árboles se mueven, hay polvo y neblina afuera, me quedo intrigada, estas ventanas largas que no me dejan ver con claridad.
Ya no está, ahora es la majestuosa casa, la residencia donde cargadores corren de un lado a otro, han llegado a habitarla, adultos solemnes, solo un anciano serio, se oyen voces de niños, la pintura perfecta el solón de juegos, que bien se mira desde lejos, todos parecen felices, los muebles nuevos, las televisiones enormes, el jardín, estrenan la alberca, hasta aquí me llega el olor a carne asada, la algarabía, los gritos, huele como a fiesta, ¡ qué casa!, que bien le quedo, cuanto trabajo, cuantos días, cuantas noches, hora tras hora, siempre silencioso.
Pero el vuelve a llegar entra aparece otra vez sucio, el pantalón roto, aun con cemento, el día está lluvioso, camina lento, conoce esa casa palmo a palmo, parece que se escucha a sí mismo, corriendo entre las escaleras sus manos están ahí en cada ladrillo, en cada muro, en cada castillo, en cada brochazo de pintura, nadie lo recibe, nadie le da las gracias, nadie se alegra al verlo, nadie le abre las puertas ni le invita un café, pero el llega se mete por todas partes, camina, acaricia con su mirada la casa admira su obra, los colores iluminan todo, su rostro parece feliz, traspasa silencioso nuevamente las paredes y se va, nadie lo mira.

cavalerio@uv.mx

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que poesía tan hermosa

Publicar un comentario

Visitas